Las mujeres siempre las más afectadas, en este desarrollo de la pandemia. La tasa de desempleo de la mujer en América Latina y el Caribe alcanzó a 12 por ciento en 2020, pero sería casi el doble si se consideran las cifras de mujeres que trabajaban antes de la pandemia.
Numerosas son las que lucharon y luchan en la primera línea de contención al virus que azota a toda la población del planeta. La mayoría de les enfermeres son mujeres y muchas de ellas han dejado la vida cumpliendo su trabajo. Otras tantas han abandonado sus distintos trabajos por la necesidad de cuidar algún familiar enfermo.
Las que trabajan en salud tienen extensas jornadas laborales, exponiéndose así a un mayor riesgo de contagio. Las que no trabajan en salud se vieron forzadas a tomar la drástica decisión de abandonar su trabajo para hacerse cargo del cuidado de los hijos en edad escolar o de algún familiar mayor especialmente los ancianos o familiares en grupo de riesgo.
Los ingresos laborales de las mujeres que trabajan en el ámbito de la salud son 23% inferiores a los de los hombres del mismo sector. El trabajo doméstico remunerado, que se caracteriza por una alta precarización y por la imposibilidad de ser realizado de forma remota, ha sido uno de los sectores más golpeados por la crisis.
Previo a la pandemia, alrededor de 13 millones de personas se dedicaban al trabajo doméstico remunerado (91,5 por ciento mujeres), y en total ese sector empleaba a 11,1 por ciento de las mujeres ocupadas en la región.
La pandemia acentuó las diferencias, los problemas, la pobreza.
Las mujeres que siguen luchando por sus derechos en pleno siglo XXI continúan sin bajar los brazos, sin darse por vencidas, abriendose camino en un mundo machista y pandemico, resistiendo, firmes en sus convicciones, sin dejar de soñar con un mundo más equitativo para todos.
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